sábado, 21 de febrero de 2009

Agonía I

Ya ha jurado que profesa donde recorrer la parte interna de sus muslos o masturbarse con una lengua cada noche para que un desconocido no sea un pecado.
Le gusta la política ya que roba furtivamente la baba de los ajusticiados antes de sucumbir, cuando el último deseo, lo gasta ante un público desconocido para decir en su favor: "¡que sus hijos tenían que comer! desde lo alto y como un Dios, acecha quien la condenó culpable, porque la mano del brazo derecho contiene muchos euros y pesa más que la mano del brazo izquierdo, que porta la putrefacción, por lo que... no debe tener dudas a la hora de creer en la justicia, pero confía en sus ojos cuando tumbado en el pentagrama la incita a probar de él.
Una vez más, se confiesa inculta, jamás leyó a Mallarmé o Verlaine, mucho menos a Rimbaud, Baudelaire, Kafka o Samuel Beckett, escuchó hablar de ellos mientras una cucaracha infernal avanzaba por su lengua trazando un cuadro de su propia imágen con expreciones oníricas. El dar un nombre no la hace ser un corazón viviente, todavía no distingue entre Marc Chagall, Remedios Varo o Wassily Kandinsky.
Se acuesta sobre la puerta apelada a los nudillos del llanto. Nada hay que justifique sus presencias de pánico...

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