sábado, 29 de noviembre de 2008

Encuentro nocturno

"Todo puede ser posible, desde la desilusión hasta la mejor historia de amor"

Otra noche de soledad en Buenos Aires. Otra vez, el sábado se asoma esperando la decisión de mi destino final, que irá a morir como siempre junto a otras almas solitarias a algún espacio de moda, que nos prometa tenernos encerrados a todos por un rato.
Voy a vestirme como aguardando el principal de mis días, también usaré el mas creativo maquillaje, que tapará hasta mis vergüenzas y me permitirá lucir un rostro al menos decente. Probaré 300 vestidos, para terminar por decidirme por la característica pollerita corta, bien acompañada por la remerita añeja, que como el vino, uno cree lucir mejor con los años.
Empezare temprano con el trabajo. Salir no es cosa simple si uno no quiere morir en la paranoia femenina que se genera al vernos incompletas en la producción nocturna. Todo detalle debe ser cuidado, uno nunca sabe cuando puede llegar a salir el sol.
Aguardo la madrugada rodeada de personas queridas, los amigos de siempre, que también han apostado a otra noche de fiesta, y junto a ellos, me aburro esperando ese momento, recordando anéctodas gastadas y festejando por logros olvidados.
Así, emprendemos viaje hacia el lugar donde sabemos como funciona todo, pero para evitar angustias nos hacemos los sorprendidos. Decidimos nuestro paso final, y ya estamos adentro. La oscuridad nos va igualando con el resto, y de repente, todo labor de embellecimiento, se entremezcla hasta volverse como los otros, sin diferencia alguna, como uniforme en una escuela.
Todos observamos, con disimulo, tratamos de ver lo inobservable. Nos reímos de cosas poco graciosas e intentamos integrarnos a ese populacho repleto de corazones afligidos.
De pronto, la noche promete ser igual a las otras y eso nos impacienta. Otra vez, habremos invertido nuestro bendito tiempo en un corralito invadido de calor humano que nos disgusta. Eso nos debilita. Y ya nadie sonríe.
Maldigo la noche por mis adentros, y de repente hasta el ser mas bondadoso del lugar comienza a fastidiarme. Desearía justificar mi huida con algún motivo, pero sé que afuera tampoco me espera nada interesante. Por eso pongo mis ultimas fichas sobre la mesa, e intento a penosas ganas generar algo de diversión.
De repente, una figura toma cuerpo ante mi vista, los fantasmas de alrededor parecen ir haciendo lugar a ese ser que me resulta interesante. Es hora de actuar, me afirmo. Y me convierto en la cenicienta sin zapato que aguarda a ese príncipe que nunca llegara o lo que es peor aun trae consigo a la madrastra.
Nada me interesa, al fin y al cabo ya estoy en el baile, y lo que haga sera indiferente para mi mañana.
Empiezo a desesperarme, no puedo creer que algo interesante entre y salga de cuadro tan fácilmente. Cambio de lugar disimuladamente, y me entierro en un espacio inamovible, con vista directa al objetivo. Ahí está. Todo el panorama cambia de color y ya voy a comenzar a soñar ese deseo que terminara con la noche o quizás antes, pero me hará sentir viva aunque sea un rato.

Voy a mirarte para siempre. Creo que nunca podre convencerme que algo sigue después de tu presencia.
Voy a convencerme de tu existencia, para así comprender que eres real.
Todo indica que nacimos el uno para el otro. Por lo menos así lo veo ahora, en medio de la desaparición y la impaciencia.
El tiempo va pasando y ni siquiera notaste mi presencia, como voy a odiarte a partir de este momento, que terrible daño le estás causando al ego que acabe de edificar esta noche. Ahora si, me daré vuelta para siempre y jamas te habré visto y menos aun recordar.

Me doy por vencida y giro ante mi gente, que al igual que yo, va apostando sus fichas a lo mejor que va captando. Despreocupada intento mostrarme feliz, incapaz de ser ignorada y menos aun vencida. Sin embargo, me parece que lo saben pero nadie comenta absolutamente nada.
Decido ahogar mis penas en el alcohol, y allí me lanzo a la melancolía arrepentida. Elijo una bebida intomable, pero lo suficientemente capaz de devolverme la integridad. Mientras intento acercarme al barman que estira el vaso, una imagen angelical se me acerca. Es él. Que se ha dispuesto a enamorarme por el lapso de unos minutos, o quizás horas. Y consciente de ello, ignoro la realidad y me atrevo, por esta única vez, en creer las próxima mentiras.

Ahí estas seduciendome con tu mirada, echando todos tus atributos sobre mis ojos, mostrándome tu escenario que tan bien te queda por lo menos en esta noche.

Me quedo petrificada ante tu magnificencia. Se que solo me duraras un suspiro, pero lo prefiero si eso me asegura haberte poseído aunque sea por un instante. Llega la presentación formal, y ya estás a mi lado, por dentro te disfruto como si fueras la presa que cae en la trampa, pero por fuera trato de parecer indiferente ante tus constantes coqueteos tan conocidos y remarcados por los hombres de esta tierra.

Voy a abrazarte mientras me observar bailar, tienes los ojos clavados en mi cuerpo y eso me alienta a un intento mayor. Ahí te acercas, te frenas ante mi y pides algo. Se que es la excusa para encender el fuego que pronto terminara, pero pese a ello dejo que juegues tu juego, y te contesto, envuelvo con mi voz todo el espacio. Te ríes por algo que ambos consideramos no gracioso. Yo devuelvo tu amabilidad con mi sonrisa cómplice que estudia tu mirada astuta, de hombre de noche, solitario y ruin, pero sobre todas las cosas, peligroso.
La música invita a bailar. Nuestros cuerpos se entrecruzan sin saberlo, poco a poco tu figura se desdibuja junto a la mía. Bailamos la canción que nunca recordaremos y hasta parecemos atentos a una coordinación que no existe. Solo te importa poseerme. Solo quiero conocerte.
Seguimos bailando el baile de los otros y de repente nos detenemos para bajar de esa burbuja que nos contiene y comprende la importancia del espacio publico, tan lleno de vidas, ajenas y molestas, que para nosotros no tienen rostros ni significancia.
Prendes un cigarrillo, y te acompaño para sumarme al consuelo de tus labios. Me preguntas cosas que nunca recordaras, yo me esmero al responder, no me interesa saber que nada te importa. Seguimos acorralados, ubicados en el mas humilde rincón del salón. Y tratamos de ser dos, justo en un lugar superpoblado de almas solitarias. Nos estamos encontrando. Algo me dice que no debo confiar en vos, pero pese a ello, prefiero cosechar mi ingenuidad que tan útil es a la hora de llorar las culpas.

Te mostrás algo preocupado, creo que me estas invitando a que te interrogue. Respondo a tus inquietudes y comienzo a saber apenas algo de este extraño maravilloso que hoy esta formando parte de mi vida. Me seguís presionando con la mirada y eso puedo interpretarlo como el deseo de un beso que no llega, que va naciendo desde dentro nuestro y poco a poco se ira formando hasta asaltarnos como un volcán desesperado de tanto protocolo barato.
Vas a mostrarme cuan hombre sos y te reirás de mis inseguridades infantiles, yo te complaceré y me demostrare ingenua para no herir tu machismo socializado. Voy a dejar que creas que te creo, voy a darte la chance a una ilusión que pronto se marchara con la luz del día.
Estoy segura que algo buscas. Pero prefiero mantenerte latente, me pregunto si sacare algún momento destacable, pero me conformo con tenerte a mi lado. Con eso basta.
Bailamos cada vez mas juntos, vas apretándome contra tu cuerpo, y yo me desvanezco confiando en que no me dejarás caer. La noche se despliega con el furor de un huracán y el reloj avanza injustamente, arrebatando los mejores momentos de nuestros silencios, cómplices y alentadores de situaciones provistas de encuentros.

Tenés nombre, una figura respetable, una profesión segura y nada de eso me interesa. Solo quiero tu mejor recuerdo, y ese sera el que generes a mi lado.
Te acercas, me prometes cosas que nunca cumplirás, y hasta te atreves a halagarme con augurios de un futuro juntos que ambos ya consideramos irrealizable. Que deshonestos son los corazones nocturnos, me cuestiono. Se que mañana todos volveremos a nuestras vidas y esto nos servirá para conmemorar en alguna borrachera angustiosa. No vas a tenerme mas que en este instante por eso te apresuras a besarme, yo te acompaño, olvidando todo lo racional y sumergiéndome en tu respiración agitada, que me aprueba y vuelve a reconstruirme. Los besos no se terminan, parecemos dos amantes que se reencuentran después de años y deciden prometerse el amor de sus vidas, sin embargo no lo somos.
Pero eso no importa.

Todo aumenta con la hora, y tus manos toman confianza con mi cuerpo, ya no soy ajena a tus brazos y dejo que me poseas, y puedas aumentar tu libido frente a mi contorno que de a poco se va grabando en tu mente. No quiero ser tu imaginación en este momento, pero me causa gracia prever ese detalle. Tampoco apuesto a ser tu dama por mucho tiempo, pero disfruto tu acercamiento y hasta me enamoro apenitas de vos.

De repente, la noche se congela, todo llega a su fin, y el amanecer trae la despedida. Mis guardianes aguardan con disimulo el beso final, que cerrara el espectáculo que nos tuvo de protagonistas. Me repetís algo al oído, prometes marcar ese numero que olvidaras en segundos, y me dejas impaciente frente a tu adiós, algo dudoso y lamentable.
Nos vamos, los cuerpos se separan, las manos se sueltan y los besos se debilitan en las mentes de cada uno de nosotros.

Vuelvo a mirarte, por ultima vez contemplo tu presencia. Y ahora si, observo el salón casi vacío, y las figuras de alrededor ya no me resultan molestan, ni siquiera ajenas. Al contrario, las veo como hermanadas en una noche que nos tuvo de invitados, a una fiesta que culmina, y de la que no tendremos ni siquiera una foto de recuerdo.


Ufffffff me voy a dormir!

No hay comentarios: